La Palabra hablada, es la expresión máxima de la dignidad humana. El hecho de hablar, coloca al Hombre en la cúspide de la evolución.
Nuestra responsabilidad como educadores, nos lleva a asumir el compromiso de despertar en las nuevas generaciones el interés por conocer qué es la Palabra, conscientes del extremo cuidado que hemos de poner en el qué y en el cómo hablamos a los jóvenes, en qué tipo de conciencia despertamos en ellos y qué lecturas ponemos en sus manos, para fomentar el respeto a la Palabra y que, finalmente, consigan hacer de su Habla, un verdadero Arte.
¿Qué es el Arte de la Palabra? Se trata de un arte nuevo, conocido en casi todos los países europeos, en Sudamérica y en gran número de estados americanos, en los cuales se aplica, tanto en las escuelas, como en los centros de salud, como en las Escuelas de Teatro donde se utiliza para la formación de actores, de maestros, conferenciantes o de cualquier persona que desee mejorar su habla. Así, por ejemplo, los profesionales de la compañía oficial del Teatro del Globo, The Shakespeare Globe Theatre, de Londres, están preparados según estas directrices. Para ser un artista de la Palabra, o sprach, se han de cursar tres años de formación en Escuelas especializadas en las que, entre otras, se estudian las siguientes disciplinas: Lengua, Literatura, Arte, Historia, Pintura y demás artes plásticas, Música, Danza, Euritmia.
Después de asistir a un seminario sobre esa disciplina, en Suiza, se confirmaron mis sospechas acerca de que una preparación completa en el tema de la palabra, no podía basarse exclusivamente en un análisis desde un punto de vista meramente intelectual, sino que debería llevar al conocimiento profundo de lo que, realmente, significa el espíritu del Habla. Había encontrado un enfoque diferente que convertía el método de enseñanza que yo había venido utilizando, en algo incompleto, pobre y parcial y reconocí la necesidad, para los profesionales en relación con la palabra, de adquirir un conocimiento mucho más profundo que el utilizado habitualmente, si en verdad aspiramos a enriquecer la didáctica de la lengua.
En mi método de trabajo de investigación de la palabra, había seleccionado ciertos personajes de diferentes países, los que a mi juicio representaban las principales cualidades del alma de su pueblo, y que lo supieron expresar con arte, utilizando un lenguaje lúcido y consciente. En la poética española, elegí la línea que comienza con la poesía sufí, continúa con los místicos, Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, para llegar, en la literatura moderna, hasta su más importante heredero: don Antonio Machado, el poeta del pueblo.
Es sabido que Antonio Machado, poeta, educador y filósofo, no escribió específicamente para los niños, pero para él eran “la aurora de un día claro y fecundo”. En su obra siempre tuvo presente el tema de la infancia; desde los poemas en los que habla de los sueños infantiles, de sus juegos, hasta aquél magnífico Autorretrato: “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla…” y su último verso: “Estos días azules y ese sol de la infancia”. Más tarde, continuó con sus discursos, inculcando a la juventud la necesidad de atreverse a pensar, y a preguntar, de practicar la comunión con los demás, el respeto, el amor al trabajo, y al prójimo. “Por mucho que valga un hombre, decía, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre”.
La biografía de Antonio Machado (Sevilla, Julio 1.875 – Colliure, Febrero 1.939), nos muestra como los caminos de su vida, y de su obra, discurrieron no solamente paralelos entre sí, sino paralelos al acontecer de España. En efecto, seguir los pasos de la vida de Machado es encontrarse con los avatares del pueblo español; con él, y como él, sufrió la intolerancia, la persecución y el destierro, para ir a terminar sus días, pobre y enfermo, en Colliure, un pueblecito francés; lejos de su patria, como ocurriera más tarde con tantos otros exilados. Sin duda alguna, fue un hombre profundamente interesado en el ser humano y plenamente consciente de la importancia de la Palabra como transmisor de los más altos ideales.
En uno de los momentos más tristes de nuestra historia nacional, su palabra resonó como la voz de la conciencia española que despertaba, en los dormidos, nuevos anhelos de solidaridad, libertad y tolerancia, y que sembró en los corazones de todos, la luz de la esperanza. Estudiándolo comparativamente, Machado alcanzó muchos de los objetivos del Arte de la Palabra.
Este Arte nuevo, fue creado por el austríaco doctor Rudolf Steiner, junto con su esposa la actriz Marie von Sivers, a principios del siglo XX y a partir de una demanda que le hicieran un grupo de actores y profesores que habían comenzado a sufrir de ciertos problemas con la voz. Steiner tomó buena nota de cada caso, y comenzó a investigar. Su punto de partida fue constatar que, en efecto, la palabra había perdido su cualidad musical y plástica, su fuerza plasmadora, para convertirse en algo rígido, muerto y desvitalizado, lineal y sin alma, que sólo servía como mero transmisor de informaciones. Por tanto, la primera medida sería devolver a la palabra los valores perdidos y su capacidad regeneradora.
Rudolf Steiner quiso remontarse hasta el nacimiento del Habla, e investigó el proceso de la aparición de los primeros sonidos. Constató la necesidad del ritmo en el habla que experimentaban aquellos hombres primitivos, la característica que presentaban de sentir y pensar casi al unísono, creando luego un espacio interior que Steiner llama gesto invisible, y que provoca la necesidad imperiosa de emitir un sonido audible, la palabra correctamente formada. Y algo muy importante; la comprobación de que la palabra tiene su fuente en nuestra vida artística, no en nuestra parte intelectiva. “En el Principio era el Verbo, el Logos, la Palabra”, no “En el Principio era el Pensamiento”; por supuesto, estamos hablando de pensamientos que nada tienen que ver con el actual pensamiento racional.
El resultado de las investigaciones de Steiner, se plasmó en un ciclo de casi veinte conferencias (Suiza, Septiembre 1924) recogidas en el libro: “El Arte de la Palabra y el Arte Dramático”. Desde entonces, se han multiplicado las Escuelas de Formación de especialistas en este Arte y su método, viene utilizándose en la didáctica de la palabra y el gesto dramático en los diferentes medios artísticos y pedagógicos.
Para comenzar con el estudio del Arte de la Palabra, Steiner recomienda aprender a escuchar, antes de aprender a hablar correctamente. Hay que “comprender, escuchando”; no “escuchar intentando comprender”. Pitágoras ya lo había dicho: “A través del hábito del silencio, aprende a escuchar: primero las palabras, luego sus vibraciones.”
Machado añadió: “No, mi corazón no duerme. Está despierto, despierto. Ni duerme, ni sueña, mira, los claros ojos abiertos, señas lejanas y escucha a orillas del gran silencio.” Esa maravillosa metáfora del gran silencio, expresa el simbolismo de una mirada interior que, con los ojos abiertos, intenta escuchar para encontrar la respuesta de los universales del sentimiento; y se relaciona directamente con la intención de la escucha de Steiner. En el aprendizaje del Arte de la Palabra, practicando con continuidad la recitación de textos o de poemas, y con una escucha atenta, llegan a desarrollarse órganos internos de percepción con los que, llevados por nuestra propia voz, sílaba a sílaba, podremos entrar en las imágenes sonoras de cada palabra, vivenciarlas y descubrir los arquetipos que cada una de ellas encierra.
Después del gesto y el grito, los primeros sonidos audibles que el ser humano emitió, surgieron del fondo de sí mismo, como expresión de sus sentimientos, de las sensaciones que experimentaba frente a sucesos externos. Estos sonidos, fueron los sonidos vocálicos. Las vocales son pues la expresión más íntima de nuestro ser y, en el aire sonoro que exhalamos al pronunciarlas, salen hacia el exterior todas nuestras emociones; todos nuestros deseos, miedos o alegrías, están contenidos de alguna manera, en esos cinco sonidos básicos.
Para comprender cómo se trabaja en el Arte de la Palabra con esos sonidos, vayamos a algunos ejemplos prácticos:
El sonido vocálico A, anímicamente expresa sorpresa, admiración, alegría. Recitaremos a Machado “Galerías del alma… ¡El alma niña! Su clara luz risueña; y la pequeña historia, y la alegría de la vida nueva… ¡Ah, volver a nacer, y andar camino, ya recobrada la perdida senda!.” Este poema muestra las cualidades anímicas de esa vocal y el alumno, a través de la recitación y la escucha, se impregna de ellas. También puede practicar buscando la representación física de ese gesto anímico.
Un ejemplo más de otro sonido vocálico; un poema de Jorge Guillén que presenta la cualidad envolvente, de recogimiento, que posee la O: “Queda curvo el firmamento, compacto, azul, sobre el día. Es redondeamiento del esplendor: mediodía”
En el proceso de desarrollo del habla humana, más tarde se añadieron los sonidos consonánticos. En ellos, las consonantes reviven sucesos del mundo exterior: rayos, viento, las olas del mar, mostrándonos cómo participan, en esos procesos formadores, los cuatro elementos de la Naturaleza. Así, las consonantes se clasifican en fonemas aéreos, acuosos, fricativos o de fuego y los de tierra. En las consonantes, tiene lugar un proceso diferente al que ocurre en las vocales, más en relación con la percepción de los sentidos y la capacidad del pensar, que con las emociones. En la práctica, las consonantes sirven para apoyar o envolver a las vocales dando la forma a la palabra y para ejercitarlas, se trabaja igualmente con la recitación y el gesto interno.
Ejemplo de poema con la cualidad del elemento TIERRA, y sigo utilizando a Machado: “¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas, por donde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria, obscuros encinares, ariscos pedregales, calvas sierras, caminos blancos y álamos del río, tardes de Soria, mística y guerrera…” Escuchen atentamente, y percibirán cómo, los sonidos de las consonantes de este poema, poseen un peso y contundencia que dan forma a las palabras.
El Arte de la Palabra nos recuerda constantemente que el ser humano está situado armónicamente entre Cielo y Tierra que, por tanto, se relaciona con Cosmos y Naturaleza. Los cuatro elementos están presentes no sólo en los sonidos consonánticos, sino también en nuestro cuerpo físico y en los cuatro temperamentos. El Arte de la Palabra enseña a utilizar las características de los temperamentos para trabajar y equilibrar el Habla de los personajes o, simplemente, nuestro propio habla.
El temperamento colérico, en el que predomina el elemento fuego, necesita calma en su expresión hablada, ayuda para fluir con la palabra. Podrá equilibrarse utilizando los sonidos acuosos, como el fonema L.
Su opuesto, el temperamento flemático, en el que predomina el agua, necesita calor para poder salir de su apatía y así, le convendrá trabajar con sonidos de fuego, como los fonemas F, V, CH, S.
El temperamento sanguíneo, con el aire como elemento dominante, manifiesta una palabra variable o inestable que encontrará solidez y coherencia con el elemento tierra, practicando con los llamados sonidos de impacto: P, T, K.
En el temperamento melancólico, domina la tierra que ejerce su peso de manera tal que produce desánimo, desaliento. Para equilibrar esta melancolía, para respirar, y estimular el habla, se necesitará proporcionar un poco del aire. Para ello, se utiliza el fonema aéreo R.
Así pues, todos los sonidos pueden emplearse como medida higiénica. En casos extremos, se utilizan terapéuticamente; la palabra es fuente de vida y de salud, por poseer unas fuerzas plasmadoras que, desde un principio, han regenerado al hombre.
Steiner sabía que, ya en la Grecia antigua, la sabiduría de los Antiguos Misterios y sus iniciados, habían asumido la tutela del correcto desarrollo de la Palabra. Las representaciones de los Misterios, y las tragedias que se representaban en los teatros griegos, transmitían al pueblo, aún en un estado de conciencia poco desarrollada, verdades muy profundas que, por boca de los Dioses, recordaban al hombre su vinculación con la Naturaleza y con el Cosmos y la posibilidad de recibir la inspiración que llegaba de atrás, del mundo de las Musas, para luego donarla al espectador.
En aquellos momentos, el actor aún no estaba capacitado para hablar directamente al público y necesitaba el apoyo de los ritmos y la musicalidad de los coros. Aún más, se cubría el rostro con una máscara; el proceso de individuación en el ser humano, y el de la Palabra, siguieron avanzando lentamente hasta llegar al punto en el que el actor pudo separarse del grupo, quitarse la máscara y alzar su voz, en solitario, frente al público. El máximo desarrollo de la Palabra, se consiguió con la práctica de la Oratoria y el auge de diversas escuelas de oradores.
Rudolf Steiner valoró la importancia del trabajo de aquellos iniciados y extrajo de él todo lo que continuaba siendo válido al día de hoy. Por ejemplo, incluyó los coros, los ritmos en la práctica del Arte de la Palabra. Rescató al hexámetro, que representa el equilibrio que debe mantenerse entre respiración y latidos del corazón, en la proporción 4/1, como medida ideal para relatar historias, recitar epopeyas o cualquier otra narración del estilo épico. En la formación de los artistas de la Palabra, se practica la recitación de hexámetros para enseñar a formar correctamente las consonantes, representantes de las fuerzas de la voluntad y de los elementos Tierra y Fuego; sin olvidar que en la recitación, además del ritmo y la respiración, se trabaja igualmente la dicción y la articulación de los sonidos.
Finalmente, Steiner se encontró con algo más, utilizado igualmente por los griegos para el desarrollo de la palabra: la gimnasia. En la educación de la Grecia antigua, se daba una gran importancia a esta práctica, NO para formar atletas como hoy se cree, sino para enseñar a los jóvenes a situarse en el espacio, a ejercitar la gravedad y la ligereza y a armonizar interior y exterior. Aplicado al teatro, facilitaba a los actores el uso correcto del gesto, el movimiento y la palabra en el escenario.
Por ejemplo, cada una de las cinco disciplinas del Penthatlón desarrollaba una capacidad diferente: con la práctica de la carrera, se ayuda a la articulación correcta de la palabra. Durante la prueba, el alumno debía tocar la flauta u otro instrumento sin romper el ritmo de la respiración y los latidos del corazón. Con el salto, se aprende a graduar el impulso y el tono de la voz que requiera el texto: incisiva o suave, íntima o proyectada a pleno tono; en la prueba, el alumno que saltaba debía recitar un hexámetro antes de volver a tocar el suelo. Con la práctica de la lucha, se aprende a controlar el movimiento de brazos y piernas en el escenario o en nuestras conversaciones. En el lanzamiento del disco, que exige concentración y decisión, se aprende la contención gestual; el alumno debía solucionar un enigma, que planteaba el sacerdote en el momento que el disco salía lanzado de sus manos, y conseguir resolverlo antes de que tocara la tierra. Con el lanzamiento de jabalina, se alcanzaba de una manera natural, después del trabajo consciente con la atención continuada y la concentración, la proyección en el Habla. El alumno que había llegado a ejecutar a la perfección el lanzamiento con la jabalina, se consideraba merecedor de una calificación cum laude en el arte del habla escénica.
En las escuelas de Arte de la Palabra, se practican todos estos ejercicios gimnásticos con el objetivo primordial de armonizar movimiento, gesto y palabra, sin olvidar nuestra relación directa con el cosmos y la naturaleza, como enseñaban los griegos. Finalmente, se ha de entender que la correcta formación del Habla, no depende exclusivamente de nuestros aparatos fonadores: laringe, pulmones, paladar o lengua, ni siquiera de la respiración o el ritmo de nuestra circulación sanguínea, sino que en él participa el hombre al completo: pensamientos, sentimientos, y voluntad.
La PALABRA es luz, color, forma y música, elementos que nos facilitan la posibilidad de hacer de ella, un Arte. El Arte de la Palabra nos brinda los instrumentos necesarios para conseguirlo.
Machado dijo “Rehabilitemos la palabra en su valor integral. Con la palabra se pinta, se hace música y mil cosas más, pero sobre todo SE HABLA”.
Muchas gracias.
PILAR ALTAMIRA (Escritora y profesora de Arte de la Palabra)